ALMADÍA (1942)
ELEGIA HUMILDE
..... Un auto ha arrollado a la vieja sirviente .....
¡La pisó como a una hoja!
Era una flor del campo, toronjil, yerbabuena.
En la casa hubo duelo
por su muerte de plata.
Esta mujer oscura de noble cepa aymara
endulzaba la vida de seres y de cosas.
Llena está nuestra infancia
de su imagen de Mamita de Copacabana.
Debajo de su manta de castilla
traía siempre la sorpresa
de frutas, empanadas o juguetes.
¡Ay dulce abuela nuestra
de las macetas y del canario!
Tendida en su mortaja
besamos con unción sus santas manos toscas
quietas por fin del cotidiano afán.
Parecían avergonzadas del reposo;
dos angelitos blancos vinieron a cubrirlas.
Su nombre era Mama Usta, y nada más.
Las hadas buenas sólo tienen un nombre
que es varita mágica de gracia y bendición.
De la mano llevaba a mi padre a la misa;
la conocieron abuelos y bisabuelos.
Era lazo entre nosotros y lo perdido.
Todo lo daba, todo, su bondad, su alegría,
el cobre de la dádiva, el óleo del consuelo.
Cual sombra milagrosa
colmaba de manjares la olla de cada día,
y con agua y con sol daba celajes
a cortinas, sábanas, manteles.
Ella prendía el fuego del hogar.
Un auto la ha matado. ¡Ay, Dios mío!
su frente estaba herida
Y su cuerpo nunca tocado
salpicado de barro.
Cuando llegaba al Cielo
con un impar zapato y su mantón raído,
un coro conmovido le cantaba aleluyas.
Con humilde inocencia debió de imaginar
que era fiesta pascual para nosotros,
- ¿Cómo para ella el aleluya?
¿Cómo para ella nuestro llanto? –
Sencilla y limpia entró en la gloria
cuidando todavía la canasta
para la cena de hoy.
Nuestra mama Usta ha muerto.
¡Ay canario, ay macetas, patio y agua,
doblad vuestra rodilla para rezar por ella!
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