NADIR (1950)
AQUEL CABALLO DE MADERA
El caballo de madera
que mecía nuestra infancia
tiene huella de praderas
en el curvo balancín.
En pastizales sonámbulos
abrevaba a media noche.
Lo fustigaba la cinta
de siete años asombrados.
Era su pienso brazada
recién cortada de sol.
Más grande que una montaña,
lo trajo mi padre a casa
en un sábado sin lunes;
y los días galoparon
en mar sin reloj ni brújula.
¡Cuánto grano sin retorno
trillaron sus cascos fijos!
El caballo de madera
rematando la menguante
luna de su balancín .....
Navío del alto día,
Trono en la alfombra de felpa,
pájaro alazán en blanca
neblina de la niñez .....
* * *
Una noche de San Juan
en que ardían las fogatas,
por alambrados de olvido,
brincó al fuego tentador.
Su monótono galope
de fantasma regresando
campanilleaba agridulces
sones entre su crin
seca de lunada escarcha.
Crecía el sedoso lomo
con su carpa de nostalgias.
Cuando cayó entre las llamas,
se humilló el briosos fuego.
De súbito a los costados
brotaron alas de lumbre;
donde estaba la cabeza,
le nacía un resplandor.
¡Madera en resurrección!
Caballo de la ventura
entre rubias llamaradas,
a otro mundo te lanzaste
como en pirueta de circo
saltando mi corazón.
Relinchando con las chispas,
ascendiste por el humo
y te tragó en la gran pista,
rasgando su aro, la luna.
¡Ay caballo de madera!
aunque ya seas ceniza,
todavía está meciéndose
tu rítmico balancín.
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