NADIR (1950)
FRENTE A MI RETRATO
Enmarcada en rectángulo de sombras
–como de una ventana en el vacío-
mi cara adolescente me contempla.
Viene de lejos la mirada limpia
bajo el ala extendida de las cejas
y se arrodilla, tímida, en los labios.
Limpia mirada en la que cae el mundo
redondo como gota de rocío.
Me miro distante en esa imagen
de flor que va cuajando primavera:
mejillas de pelusa de durazno,
un hoyuelo infantil como si un ángel
hubiera hundido un dedo pequeñito.
En el vaso del cuello la promesa
dormida de las venas que se inician,
del diminuto pie a alas manos finas;
palidez matinal bajo la noche,
partida en dos, de relucientes trenzas.
Son años que está inmóvil esa imagen
mirando en la ventana del vacío.
Mientras tanto llovieron muchas lágrimas
– cinceles en la pulpa de la vida -.
Y ya de norte a sur, de este a oeste,
tormenta en primavera hirió mi frente.
En la mística boca arrodillada
desangró el beso la evidencia humana.
Mi garganta latió su pulso isócrono
en latigazos y en caricias
Mis pies danzaron y mis manos saben
las formas de la arcilla atormentada.
Una ausencia, una muerte y una vida,
desdibujaron el retrato antiguo.
Estoy ahora como he sido siempre,
y como nunca más habré de ser.
Estaba todo escrito en hoja blanca.
Ahora aprendo a deletrear mi adolescencia;
y sólo podré leer mi vida toda
cuando, como hoy me miro en el retrato,
pueda, un día, mirarme desde el marco
sereno, inmarcesible de la muerte.
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